sábado, 8 de febrero de 2020

La espada


En mi alma hay esquirlas de esperanzas,
una muerte sin agobio,
que me envuelve en añoranzas
y me encierra en purgatorio.

Aún resuenan las palabras
y un suspiro de deseo
que recuerdo en madrugadas
y revivo en mis desvelos.

No hay descanso en conciencia
para quien vive su duelo,
pues el frío de la ausencia
es el más cruel de los hielos.

Pesa mucho mi agonía,
es mi espada de Damocles,
pende fuerte y danzarina,
me condena en mis temores.

No me importa vivir herido
si al final, también perezco;
no hay peor muerte que el olvido,
y al dolor, lo cura el tiempo.



domingo, 13 de octubre de 2019

Maktub

Tengo en mis adentros
una añorada poesía,
que sueña con ser momentos,
que sueña con ser vivida.

Dibujo entre pensamientos
una mirada perdida,
que busca su complemento
mientras recorre su vida.

Aquel hermoso recuerdo
y una alegre melodía, 
aquel abrazo y un beso
de entre tantos, de otra vida.

En cada flor te percibo
en la exquisitez de su aroma,
y drenando en mis latidos
mil palabras sin idioma.

Nos imagino en silencio,
mirando la luna llena, 
tiñendo de azul el cielo,
brillando entre las estrellas.

Susurra tu voz en el viento
tu aroma viaja en las mareas,
y tomo tu mano en el tiempo
oyendo tu risa en la arena.

¿A dónde estás, que te añoro?
¿A qué camino me llevas?
Mi corazón sufre, tesoro,
mi alma que vive en pena.

Yo sueño con tus caricias,
te pienso sin que lo sepas,
te extraño en la lejanía,
te amo, sintiéndote cerca.

Sin conocerte te busco,
sin conocerme me esperas.
Nuestros caminos son juntos,
el destino nos espera.




viernes, 21 de junio de 2019

21 de junio

Hoy me desperté, miré al lado de mi velador y te vi, como cada noche, como cada día. Dos fotos reposan en ese cuadrito: una de joven, en una cédula de identidad; la otra de viejito, bueno, no tan viejito. Miro ese portaretratos cada mañana al empezar el día, y sonrío. Sé que estás presente, por eso no dudo en saludarte hoy.

No me extraña haber arrancado la jornada extrañando el sabor de tu deliciosa pastasciutta, deseando tomar un té con limón en vaso de vidrio, visualizándote con tu pulóver verde oscuro, tus jeans gastados, tu bufanda cuadrillé y tus anteojos grandes. No me extrañaría tampoco sentir el aroma de jazmines de forma repentina, incluso en un lugar donde no haya jazmines a la vista, porque me ha pasado. Porque sé que donde hay jazmines, estás vos.
Creo que por eso jamás, nunca, fui a ver tu tumba. ¿Qué es ese lugar frío, oscuro, gris, impersonal; que nada tiene que ver con vos? ¿Qué son esas parcelas rectangulares, simétricas, con tierra y mármol, con flores resecadas por el viento, que nada dicen de uno mismo? ¿Por qué iría a buscarte ahí si sé que allí no está tu esencia?

Aprendí a encontrarte en la belleza de los sentidos. Aprendí a hallarte en la naturaleza. En los colores, en el cielo azul, en el rojo de los ladrillos, en el verde de los árboles, en el "piar" de los pajaritos. En cada jazmín, en cada rosa, en el jardín florecido, en cada racimo de uva de la parra que hiciste crecer de un pequeño trozo que trajiste en tu bolsillo, desde tu lugar de origen al lugar donde formaste tu vida. Te encontré en el sabor de los fideos, de la tarta de verdura, en el brócoli, en las galletitas redondas que comíamos cada tarde. Te encontré en los libros que tanto me enseñaste a amar a punto tal de querer ser yo quien los escriba. Te encontré en los ojos de papá, en la pera con hoyuelo de mi hermana, en las miradas, las sonrisas y la calidez de la familia que encontré cuando fui a tu tierra. Te encontré en los animales, con una nobleza y un amor incondicional muy similares al tuyo.Te encontré en tu pueblo, en tu ciudad, en las ruinas históricas, en las pinturas renacentistas, en las montañas, en la casa con adoquines, en las callecitas con piedras y casas con macetas en las ventanas, en las verdes praderas. Te encontré en los utensilios que creabas con todo el ingenio de tu mente brillante. Te encontré en tus documentos, en tus energías, en la vitalidad que corre dentro de mí cada día. Te encontré en cada palabra nueva que aprendo en tu idioma natal, y te encontré también en canciones que escucho cuando necesito sentirte a mi lado.

Hoy entiendo que nunca te fuiste, que siempre estuviste, y que siempre vas a estar conmigo para toda la eternidad. Porque quienes aman, nunca nos abandonan. Aún así, no puedo dejar de extrañarte, de soñarte, de querer un abrazo tuyo, otra charla con vos, otra anécdota tuya. No te enojes si lloro, no puedo evitarlo.

¡Feliz cumple, nonno mío!


martes, 18 de junio de 2019

Frente a ti

*2012

Si supieras lo bello que es amarte en silencio, te amarías como a nadie en este mundo.
-Buen día- me dices, con tu humeante taza de café en la mano y tu habitual expresión mañanera con el entrecejo fruncido. 
Buen día, amor imposible.
Te observo, te oigo, te pienso y te sueño. Imagino conversaciones contigo.
Me encandilan tus ojos cuando me miras fijamente. Juraría que veo un brillo especial en ellos cuando los posas sobre mí (¿o, tal vez, es justamente lo que quiero ver?). Veo cómo aleteas, distraído, tus pestañas en cada movimiento facial involuntario que haces. Lo haces mecánicamente, de modo insignificante, pero inconsciente planificado, como lo es todo en ti -nada librado al azar-. Y, para mí, este momento es mágico.
Te siento respirar.
Te escucho debatir y esgrimir argumentos.
Te veo engullir todo tipo de alimentos.
Te veo sonreír, y todos mis sentidos pierden el control absoluto de sus funciones, generando luego una continua repetición sensorial en mi mente, en mi cuerpo, en mi Alma.
Mi boca calla, mis ojos gritan. Mi corazón me traiciona.
Me miras fijo. ¿Acaso lees mis pensamientos? ¿Me estás analizando? Estás serio -como siempre- pero de repente sonríes. Maldita sea. Otra sonrisa, otro bombardeo en mi corazón. Me sonríes, y tu semblante cambia. No lo notas (o no lo quieres notar) pero tus mejillas enrojecen. Sí, definitivamente tus ojos brillan. Centellean destellos de luz, de vida, emergiendo entre tus pupilas, intentando atravesar esa dura y firme armadura emocional que tienes. ¿Por qué te cuesta tanto ver la dulzura que yo veo en ti?
Te miro, y pienso en que no sé si soy merecedora de un espectáculo tan bello de la naturaleza.
Quisiera poder romper esta corta, larga, fría y tenaz distancia que nos separa, esta cercanía que nos aleja, esta lejanía que nos acerca.
Levanto la cabeza y te miro... qué lejos estás. Quiero hablarte... pero las palabras mueren cuando intento pronunciarlas.
¿A dónde van las palabras que reprimo?
¿A dónde van los pensamientos y anhelos que no concreto?
¿A dónde van los besos que muero por darte y no me atrevo?
¿A dónde vas? ¿A dónde voy?
Si supieras lo bello que es amarte en silencio... aún cuando mis ojos gritan.


jueves, 13 de junio de 2019

¿Existes?

Se me cierran los caminos de tan solo pensar
en cuánto más tiempo tendré que esperar
hasta encontrarte, amor mío... 

Se me inhiben las esperanzas
y se esfuman las añoranzas
de imaginar si existes.

No sé cómo hacer, no sé cómo actuar, 
no sé si creer en lo que va a continuar,
no sé si un porvenir me echará luz
para distinguirte entre la multitud.

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lunes, 18 de febrero de 2019

Epifanía

Silencio.
Silencio y oscuridad gobernando mis sentidos.
Percibo una suave brisa acariciando mis brazos desnudos y meciendo levemente mi cabello.
¿Dónde estoy?
No oigo nada, más que algunos sonidos lejanos e indescriptibles. No hay un olor que pueda definir con exactitud, más que -tal vez- un sutil aroma a... ¿pólvora?
Juraría que veo estrellas. Muchas estrellas. Decenas, cientos, miles -me incorporo para ver mejor- millones. Miles de millones, quizás. ¿Estaré alucinando? ¿Me drogaron? ¿Estoy consciente?
Me paro y miro alrededor. Advierto que no tengo ropa ni calzado, estoy completamente en el modo en que llegué al mundo. Siento tierra seca bajo mis pies.
No veo, no veo nada, maldita sea; es la noche más oscura que conocí.
¿Cómo fue que llegué hasta aquí? ¿Dónde estoy, exactamente?
Juraría que vi esto en mis sueños, antes. Es extraño, y conocido a la vez.
Camino desesperadamente a la búsqueda de algo o de alguien que me dé una respuesta, un poco de cordura, de realidad; una razón que explique que aunque sea algo de todo esto tiene sentido.
Avanzo y grito, doy vueltas en círculos cayendo siempre en el mismo lugar. Golpeo el suelo y levanto tierra en cada golpe. Siento humedad y calor quemando mi rostro, son lágrimas que surcan mi piel, que exorcizan mi dolor, que lavan mi consciencia.
Sé dónde estoy, puedo comprenderlo ahora. Puedo recordar. Suspiro.
Alcanzo a ver, a una relativamente corta distancia, un pequeño acantilado. Voy hasta allí, entendiendo la razón de por qué estoy donde estoy.
A medida que avanzo, logro visualizar un destello de luz que se va haciendo cada vez más amplio, iluminando mi camino.
Me acerco, a paso lento pero firme, y me subo. Puedo contemplar, así, el espectáculo más maravilloso que haya visto jamás: el planeta Tierra presentándose a mis ojos, en todo su esplendor. Es tan inmenso, bello y majestuoso que no puedo más que sentirme insignificante ante él, absoluto amo y señor de aquella noche tan magnífica, tan oscura, tan extraña y conocida para mí.
Ya estuve aquí.
Se siente raro saber que no estoy físicamente en el lugar que siempre estuve: donde nací, crecí, amé y morí. Sí, morí. Estoy muerto, o mi cuerpo lo está. Mi mente vive, ¿o acaso es mi Alma?
Estoy vivo. En algún otro plano existencial o metafórico, pero estoy vivo, aquí y ahora, en el lugar de mis sueños recurrentes: en la luna.
No sé cómo llegué, ni por qué no puedo ver mi propio cuerpo; solo sé que siento paz.
Quizá porque este siempre fue mi refugio mental, donde me siento seguro, donde me siento yo. Es ese lugar recóndito del subconsciente al cual nadie tiene acceso, salvo nosotros, a donde nos trasladamos cuando sentimos miedo, incluso, de nosotros mismos. Es ese lugar al que vamos cuando el dolor nos abruma, o cuando la felicidad es tanta que necesitamos percibirnos en soledad para asegurarnos de atesorar cada momento, de acumular reservas de fuerzas para los malos tiempos, para llorar, para ser débiles en nuestra fortaleza; para escaparnos del mundo y embriagarnos de nuestra propia esencia.
Una paradoja siempre me albergó. ¿Somos individuos solitarios o seres sociales? Solos venimos y solos nos vamos, sí. Pero son nuestros vínculos los que moldean y le dan sentido a nuestras vidas: el compartir el aprendizaje a través del camino transitado.
Esto llegué a entenderlo con claridad solo después de jalar ese gatillo en mi sien y de ver cómo esas partículas de pólvora se convertían en decenas, en cientos, en miles, en millones; en miles de millones de estrellas.
Caí en este lugar que siempre fue mi refugio, pero que a la vez fue mi trampa mortal. No supe cómo salir, y por eso vine.
Lamento no haberme despedido. Espero sepan entenderme alguna vez. No pertenecía a ese mundo. No pertenecía a ese cuerpo que habitaba. No pertenecía a esa vida, porque ya estaba muerto en ella: vivo pero inerte. Ese no era yo, o más bien, no era el yo que quería ser.
Quiero expandirme y no sé cómo hacerlo. Solo veo las estrellas, y la pólvora. No quiero sentirme preso de esa bala. Quiero flotar por el espacio sideral. Quiero ser libre.
Soy libre ahora. Soy intangible. Soy etéreo.

Ya no soy materia, ahora soy mera energía, una parte más del universo.
No sé si todos vienen aquí o si cada uno va donde decide ir. Lo que sí sé es que, inexorablemente, todos nos conducimos a donde pertenecemos.
Me dejo caer.
Veo los planetas, los asteroides, los satélites, las estrellas de cerca. Siento que floto en la nada, que floto en el todo, y me siento en paz. Sonrío agradeciendo.
Ya estuve aquí, todo está bien. Me siento a salvo.
¿Cuánto hace que morí? ¿Cómo saberlo? Tal vez hayan pasado veinte minutos, o tal vez tres mil años. Aquí no existe el tiempo. Aquí todo es armónico, y sanador, pero a la vez distante.
Veo una luz, ¿qué será?
No puedo evitar ir, me atrae con un inesperado magnetismo. Una fuerza intrínseca me conduce, cada vez más rápido y más profundo. Entro en lo que creo que es un espiral espacio temporal. Todo es distinto, todo es conocido. Todo es veloz, todo es eterno.
No sé cómo, pero ya estuve aquí.
...
Silencio.
Silencio y luz gobernando mis sentidos.

Alguien me sonríe del otro lado, pero no dejo de llorar.
-Bienvenida al mundo. 





domingo, 16 de diciembre de 2018

Al acecho

Reciente modificación de mi cuento llamado "Víctima de su propia locura" escrito en 2007.





AGENTE RODERICK BROWNSTONE & ASOCIADOS
Agencia Privada de Investigaciones
Más de 20 años a su servicio

Se encontraba el agente Roderick Brownstone sentado en un sillón de terciopelo de su oficina, ubicada al lado de su casa, donde residía desde hacía ya muchos años. Varios diplomas de distinción por su intachable carrera invadían las paredes. Él había venido al mundo con una misión y lo sabía. Se enorgullecía de ello. Unas cuantas canas habían invadido su cabello, y algunas arrugas incipientes amenazaban con añejar la tersa piel de su rostro. Estaba envejeciendo. Cansado, se acomodó en su sillón y tomó algunos ejemplares de los periódicos de las últimas semanas y leyó sus titulares. Todos hablaban de lo mismo: "el loco del cuchillo atemoriza a toda la ciudad".

Era una oscura y nublada noche en el frío Londres, donde reinaba la niebla y el suspenso creado por los numerosos dichos de la gente: "¡cuántas víctimas siguen apareciendo y cuántas otras hubo ya por causa del asesino suelto!", "¡este criminal sigue impune!", murmullaban unos con otros. Era tan profundo el silencio que abrazaba como niebla las calles desde el misterioso sanguinario irrumpió, que tan sólo se escuchaba el ’tic tac’ del péndulo del reloj.

Brownstone se sentía abrumado. No toleraba pensar que había un criminal suelto por esas calles, ese victimario frío y cruel que se paseaba por los oscuros pasillos de las veredas y atacaba sin rodeos, despiadadamente y sin un motivo aparente… Parecía elegir sus víctimas al azar, sin distinguir sexo, clase social, edad ni etnia. ¿Por qué lo hacía, entonces? ¿Qué buscaba? Ni un identikit tenían siquiera para conocer el rostro de quien buscaban.

-Maldita sea- masculló Brownstone para sus adentros. Encendió un cigarro y se recostó sobre su sillón mirando el cielo raso, absorto en sus pensamientos, mirando la nada, pensando en el todo. Si tan sólo pudiera recordar algo, llegar a una pista o poder reunir las pruebas suficientes para inculpar a alguien, pero ¿a quién? En sus veinte años de servicio como detective jamás había fallado, y éste era el primer caso que le llevaba más de seis meses; y la primera vez que se sentía perseguido, acechado, sugestionado, paranoico. 

El asesino en serie operaba avanzada la noche, a altas horas de la madrugada; y las veces que pasó sus noches en vigilia a la espera de alguna novedad, ningún acontecimiento acaecía. El escurridizo maleante conocía el momento justo para atacar y despistar a sus seguidores sin dejar huellas en el lugar del crimen. "El loco del cuchillo" jamás dejaba rastros de sus andanzas.

Había llegado a considerar la idea de que si este asesino no sería enviado por alguien para hacerlo fallar a él como detective, para finalmente robarle su prestigio, su status. Últimamente se había sentido espiado, cada vez que entraba a su casa miraba a ambos lados de la acera para asegurarse que nadie haya ido tras de sí. Temía por su futuro profesional y su imagen pública pero, por sobre todo, temía por su vida. 

De pronto, una loca idea cruzó por su mente: ¿Sería el agente Clirk, tal vez? Uno de sus socios, el más brillante de ellos. Era diez años más joven que él, hábil y astuto. No sabía si confiar en él. Había sido su aprendiz y un excelente alumno. Pero empezaba a temer que él buscase superar al maestro robándole sus técnicas, haciéndose de sus honores, de su labor incansable, de sus mejores años. Insultó para sí mismo preguntándose cómo podía ser tan idiota, y pensó que -quizá- lo mejor sería despedir a Clirk. 

Una rabia poderosa lo carcomió por dentro consumiendo su juicio en llamas, y en un arranque de furia, estrelló su taza contra la pared.

-¡¿CÓMO PUDE SER TAN CRÉDULO?!

De inmediato, sintió el arrepentimiento, como siempre. Los años habían brindado calma a sus tormentas y sabiduría a sus desaciertos, pero había veces en que el estrés lo sobrepasaba, y ésta era una de esas veces. Estaba salido de sí, angustiado. Se levantó a recoger los trozos de su taza preferida hecha trizas, y entonces vio el brillo reluciendo en un estante de su biblioteca: un paquete de cajas de habanos importados y una formal tarjeta color bordó acompañando el ya abierto paquete, escrita en una perfecta caligrafía en cursiva:

Para mi mentor, en su nueva vuelta al sol. –Vincent Clirk.

Se sintió miserable e indigno de tanto aprecio y admiración. Se dijo que no podía dudar de su colega a quien consideraba un amigo y quien había estado aún en sus más austeras circunstancias.

Luego de reflexionar un buen rato, consideró que sería una sabia opción recobrar su merecido descanso que le hacía falta por sus ya constantes noches de insomnio. Dejó su pipa en el escritorio, junto a la humeante taza de té que cotidianamente se hacía antes de acostarse. Luego de beber la infusión, guardó su navaja de seguridad en el bolsillo de su capa, se puso sus guantes para calmar el frío de la noche, y se recostó en su cama.

2:24 am, nuevo allanamiento por un crimen, calle 72 número 726; informando al agente Brownstone- describían las líneas del telegrama proveniente de su colega laboral, el agente Clirk.

Brownstone se despertó sobresaltado, había tenido pesadillas otra vez. Leyó el telegrama del agente Clirk y se dio cuenta de que el último crimen registrado del loco del cuchillo había sido en las inmediaciones de su casa.

-A pesar de mis miedos, debo atraparlo-se aseguró-. Hoy mismo iré donde sea que tenga que ir; hasta las últimas consecuencias. Hoy es el último día de libertad de ese lunático.

Se encontraba, nuevamente, sentado en el sillón de su oficina. Eran las 3 am y lo acompañaban varios litros de café que lo ayudarían a mantenerse despierto y con la suficiente vitalidad para actuar. Empezó a sentir pasos y, sin dar lugar a conjeturas, se envalentonó y salió a investigar, decidido a atrapar al criminal y poner fin a ese arrebatador de vidas inocentes, quien se había convertido en un verdadero obstáculo en su vida profesional, en su mayor impedimento; en su mayor obsesión.

Asustado, salió de su casa irrumpiendo en la ya adentrada noche. Se le aceleró el pulso. Necesitaba ser cauteloso, más inteligente que su presa, no dejarse dominar por sus emociones, pero le era harto difícil sintiéndose en desventaja. En efecto, alguien lo perseguía. Los pasos se hacían cada vez más notoriamente auditivos, atrayendo consigo sombras. El corazón le latía más y más fuerte, se le iba a salir del pecho. Sentía cómo unas frías gotas de sudor recorrían su cuerpo invadiéndolo de escalofríos en formas de espasmos, los cuales sentía como miles de espinas clavándose en su piel. Más sombras, más ruidos... Se puso a correr como loco, huyendo del asesino. 

No sabía hacia dónde dirigirse, había perdido su sentido de orientación. Su vista se nublaba al ritmo de las palpitaciones. Sentía mucho miedo, cada vez más. Juraría que escuchó una risa lejana con un leve eco, se dio vuelta, sobresaltado, esperando ver a alguien y nadie estaba allí. ¡¿Cómo puede ser?!

Era todo silencio, silencio y pasos, su acelerado trote iba en aumento. Giraba en círculos, buscando algún lugar donde esconderse. Pero no había nada, o él veía la mismísima nada. Miedo, sugestión, paranoia... Estaba temblando de un modo casi convulsivo. Se agarraba la cabeza con locura, pensando que aquel loco finalmente lo tenía entre sus manos. Siguió corriendo desesperadamente por los oscuros pasillos, corriendo más fuerte aún. Seguía sudando, su respiración había pasado a ser de breves y repetidos jadeos. Su corazón subía de ritmo, ya latiendo frenéticamente. Sus ojos brillaban de un modo fervoroso, casi maniático, fuera de control; fuera de sí mismo.

Fue entonces cuando vio la sombra de alguien pasar. Casi sin pensarlo, se abalanzó contra él, sacó su navaja y, haciendo caso omiso de las súplicas y los gritos, lo mató a salvajes acuchilladas.

Un, dos, tres; un, dos, tres; sentía el cuchillo perforar cada tendón, cada músculo, romper cada hueso. Sus ojos se salían de órbita ante cada embestida, miró sus manos teñidas de sangre y el cuerpo del hombre estremeciéndose de modo inerte debajo suyo. Se sintió lleno de poder y de júbilo, repitiéndolo más y más. 

De pronto, una luz intensa lo encegueció.

-¡Alto ahí, usted está detenido!- resonó fuertemente una voz. Brownstone se dio vuelta y se encontró con el agente Clirk, que luego de haberlo perseguido, llegó en el indicado momento para atraparlo- Tiene derecho a guardar silencio.

Brownstone giró la cabeza y se encontró con su obra: había asesinado a un inocente vagabundo. No entendió bien, pero una parte de su mente había vuelto a la consciencia.

Un grupo de personas lo rodeó. Le ataron las muñecas y quedó de rodillas, taciturno, mirando la nada. Sintió el agudo dolor de las agujas sobrepasando las capas de su piel. El temblor cesó y no sintió más nada.

Decenas de personas con micrófonos y libretas haciendo preguntas a montones. “¿Cómo es que el asesino siempre fue el intachable investigador?”, “¿hace mucho sospechaba de él?”, “¿es consciente de sus atrocidades o está enfermo?”.

-El que creímos era nuestro más prestigioso y brillante detective, resultó ser "el loco del cuchillo". Padece una severa enfermedad maníaco depresiva con un grave deterioro cognoscitivo en aumento. Con su trastorno, no podía recordar las claves elementales de los hechos que cometía estando fuera de sí- contó Clirk a las autoridades el día siguiente del hecho-. Por eso sufría de alucinaciones auditivas y manía de paranoia, él mismo me confesó que se sentía perseguido y observado. Estoy realmente muy dolido, era mi modelo a seguir y quien creí un amigo-suspiró-. Ahora está lejos de poder volver a cometer daños a la sociedad, ya no es una amenaza. Está encerrado, víctima de su propia locura...

-Gracias, Agente Clirk… 

Cerró la puerta tras de sí, se recostó en un sillón subiendo las piernas a la mesa, encendió un habano y levantó el teléfono.

-Fueron costosos tus servicios, y la paga adelantada… pero valió cada centavo. Sí, la droga funcionó de maravilla en los habanos. Temí que no causara más que adicción pero como verás, todo salió tal cual lo planeado. Seguiremos en contacto, te has ganado un cliente. Un placer hacer negocios contigo…

Se puso su abrigo, tomó sus cosas y salió. Pero antes, colgó un nuevo cartel en la puerta:


AGENTE VINCENT CLIRK & ASOCIADOS
Agencia Privada de Investigaciones
Más de 20 años a su servicio

jueves, 15 de noviembre de 2018

Eternamente

Solo se muere cuando se olvida. Guardianes de nuestro mar, de nuestra Argentina, viven eternamente en nosotros hasta el fin de nuestros días. 


A.R.A. San Juan