domingo, 13 de octubre de 2019

Maktub

Tengo en mis adentros
una añorada poesía,
que sueña con ser momentos,
que sueña con ser vivida.

Dibujo entre pensamientos
una mirada perdida,
que busca su complemento
mientras recorre su vida.

Aquel hermoso recuerdo
y una alegre melodía, 
aquel abrazo y un beso
de entre tantos, de otra vida.

En cada flor te percibo
en la exquisitez de su aroma,
y drenando en mis latidos
mil palabras sin idioma.

Nos imagino en silencio,
mirando la luna llena, 
tiñendo de azul el cielo,
brillando entre las estrellas.

Susurra tu voz en el viento
tu aroma viaja en las mareas,
y tomo tu mano en el tiempo
oyendo tu risa en la arena.

¿A dónde estás, que te añoro?
¿A qué camino me llevas?
Mi corazón sufre, tesoro,
mi alma que vive en pena.

Yo sueño con tus caricias,
te pienso sin que lo sepas,
te extraño en la lejanía,
te amo, sintiéndote cerca.

Sin conocerte te busco,
sin conocerme me esperas.
Nuestros caminos son juntos,
el destino nos espera.




viernes, 21 de junio de 2019

21 de junio

Hoy me desperté, miré al lado de mi velador y te vi, como cada noche, como cada día. Dos fotos reposan en ese cuadrito: una de joven, en una cédula de identidad; la otra de viejito, bueno, no tan viejito. Miro ese portaretratos cada mañana al empezar el día, y sonrío. Sé que estás presente, por eso no dudo en saludarte hoy.

No me extraña haber arrancado la jornada extrañando el sabor de tu deliciosa pastasciutta, deseando tomar un té con limón en vaso de vidrio, visualizándote con tu pulóver verde oscuro, tus jeans gastados, tu bufanda cuadrillé y tus anteojos grandes. No me extrañaría tampoco sentir el aroma de jazmines de forma repentina, incluso en un lugar donde no haya jazmines a la vista, porque me ha pasado. Porque sé que donde hay jazmines, estás vos.
Creo que por eso jamás, nunca, fui a ver tu tumba. ¿Qué es ese lugar frío, oscuro, gris, impersonal; que nada tiene que ver con vos? ¿Qué son esas parcelas rectangulares, simétricas, con tierra y mármol, con flores resecadas por el viento, que nada dicen de uno mismo? ¿Por qué iría a buscarte ahí si sé que allí no está tu esencia?

Aprendí a encontrarte en la belleza de los sentidos. Aprendí a hallarte en la naturaleza. En los colores, en el cielo azul, en el rojo de los ladrillos, en el verde de los árboles, en el "piar" de los pajaritos. En cada jazmín, en cada rosa, en el jardín florecido, en cada racimo de uva de la parra que hiciste crecer de un pequeño trozo que trajiste en tu bolsillo, desde tu lugar de origen al lugar donde formaste tu vida. Te encontré en el sabor de los fideos, de la tarta de verdura, en el brócoli, en las galletitas redondas que comíamos cada tarde. Te encontré en los libros que tanto me enseñaste a amar a punto tal de querer ser yo quien los escriba. Te encontré en los ojos de papá, en la pera con hoyuelo de mi hermana, en las miradas, las sonrisas y la calidez de la familia que encontré cuando fui a tu tierra. Te encontré en los animales, con una nobleza y un amor incondicional muy similares al tuyo.Te encontré en tu pueblo, en tu ciudad, en las ruinas históricas, en las pinturas renacentistas, en las montañas, en la casa con adoquines, en las callecitas con piedras y casas con macetas en las ventanas, en las verdes praderas. Te encontré en los utensilios que creabas con todo el ingenio de tu mente brillante. Te encontré en tus documentos, en tus energías, en la vitalidad que corre dentro de mí cada día. Te encontré en cada palabra nueva que aprendo en tu idioma natal, y te encontré también en canciones que escucho cuando necesito sentirte a mi lado.

Hoy entiendo que nunca te fuiste, que siempre estuviste, y que siempre vas a estar conmigo para toda la eternidad. Porque quienes aman, nunca nos abandonan. Aún así, no puedo dejar de extrañarte, de soñarte, de querer un abrazo tuyo, otra charla con vos, otra anécdota tuya. No te enojes si lloro, no puedo evitarlo.

¡Feliz cumple, nonno mío!


martes, 18 de junio de 2019

Frente a ti

*2012

Si supieras lo bello que es amarte en silencio, te amarías como a nadie en este mundo.
-Buen día- me dices, con tu humeante taza de café en la mano y tu habitual expresión mañanera con el entrecejo fruncido. 
Buen día, amor imposible.
Te observo, te oigo, te pienso y te sueño. Imagino conversaciones contigo.
Me encandilan tus ojos cuando me miras fijamente. Juraría que veo un brillo especial en ellos cuando los posas sobre mí (¿o, tal vez, es justamente lo que quiero ver?). Veo cómo aleteas, distraído, tus pestañas en cada movimiento facial involuntario que haces. Lo haces mecánicamente, de modo insignificante, pero inconsciente planificado, como lo es todo en ti -nada librado al azar-. Y, para mí, este momento es mágico.
Te siento respirar.
Te escucho debatir y esgrimir argumentos.
Te veo engullir todo tipo de alimentos.
Te veo sonreír, y todos mis sentidos pierden el control absoluto de sus funciones, generando luego una continua repetición sensorial en mi mente, en mi cuerpo, en mi Alma.
Mi boca calla, mis ojos gritan. Mi corazón me traiciona.
Me miras fijo. ¿Acaso lees mis pensamientos? ¿Me estás analizando? Estás serio -como siempre- pero de repente sonríes. Maldita sea. Otra sonrisa, otro bombardeo en mi corazón. Me sonríes, y tu semblante cambia. No lo notas (o no lo quieres notar) pero tus mejillas enrojecen. Sí, definitivamente tus ojos brillan. Centellean destellos de luz, de vida, emergiendo entre tus pupilas, intentando atravesar esa dura y firme armadura emocional que tienes. ¿Por qué te cuesta tanto ver la dulzura que yo veo en ti?
Te miro, y pienso en que no sé si soy merecedora de un espectáculo tan bello de la naturaleza.
Quisiera poder romper esta corta, larga, fría y tenaz distancia que nos separa, esta cercanía que nos aleja, esta lejanía que nos acerca.
Levanto la cabeza y te miro... qué lejos estás. Quiero hablarte... pero las palabras mueren cuando intento pronunciarlas.
¿A dónde van las palabras que reprimo?
¿A dónde van los pensamientos y anhelos que no concreto?
¿A dónde van los besos que muero por darte y no me atrevo?
¿A dónde vas? ¿A dónde voy?
Si supieras lo bello que es amarte en silencio... aún cuando mis ojos gritan.


jueves, 13 de junio de 2019

¿Existes?

Se me cierran los caminos de tan solo pensar
en cuánto más tiempo tendré que esperar
hasta encontrarte, amor mío... 

Se me inhiben las esperanzas
y se esfuman las añoranzas
de imaginar si existes.

No sé cómo hacer, no sé cómo actuar, 
no sé si creer en lo que va a continuar,
no sé si un porvenir me echará luz
para distinguirte entre la multitud.

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lunes, 18 de febrero de 2019

Epifanía

Silencio.
Silencio y oscuridad gobernando mis sentidos.
Percibo una suave brisa acariciando mis brazos desnudos y meciendo levemente mi cabello.
¿Dónde estoy?
No oigo nada, más que algunos sonidos lejanos e indescriptibles. No hay un olor que pueda definir con exactitud, más que -tal vez- un sutil aroma a... ¿pólvora?
Juraría que veo estrellas. Muchas estrellas. Decenas, cientos, miles -me incorporo para ver mejor- millones. Miles de millones, quizás. ¿Estaré alucinando? ¿Me drogaron? ¿Estoy consciente?
Me paro y miro alrededor. Advierto que no tengo ropa ni calzado, estoy completamente en el modo en que llegué al mundo. Siento tierra seca bajo mis pies.
No veo, no veo nada, maldita sea; es la noche más oscura que conocí.
¿Cómo fue que llegué hasta aquí? ¿Dónde estoy, exactamente?
Juraría que vi esto en mis sueños, antes. Es extraño, y conocido a la vez.
Camino desesperadamente a la búsqueda de algo o de alguien que me dé una respuesta, un poco de cordura, de realidad; una razón que explique que aunque sea algo de todo esto tiene sentido.
Avanzo y grito, doy vueltas en círculos cayendo siempre en el mismo lugar. Golpeo el suelo y levanto tierra en cada golpe. Siento humedad y calor quemando mi rostro, son lágrimas que surcan mi piel, que exorcizan mi dolor, que lavan mi consciencia.
Sé dónde estoy, puedo comprenderlo ahora. Puedo recordar. Suspiro.
Alcanzo a ver, a una relativamente corta distancia, un pequeño acantilado. Voy hasta allí, entendiendo la razón de por qué estoy donde estoy.
A medida que avanzo, logro visualizar un destello de luz que se va haciendo cada vez más amplio, iluminando mi camino.
Me acerco, a paso lento pero firme, y me subo. Puedo contemplar, así, el espectáculo más maravilloso que haya visto jamás: el planeta Tierra presentándose a mis ojos, en todo su esplendor. Es tan inmenso, bello y majestuoso que no puedo más que sentirme insignificante ante él, absoluto amo y señor de aquella noche tan magnífica, tan oscura, tan extraña y conocida para mí.
Ya estuve aquí.
Se siente raro saber que no estoy físicamente en el lugar que siempre estuve: donde nací, crecí, amé y morí. Sí, morí. Estoy muerto, o mi cuerpo lo está. Mi mente vive, ¿o acaso es mi Alma?
Estoy vivo. En algún otro plano existencial o metafórico, pero estoy vivo, aquí y ahora, en el lugar de mis sueños recurrentes: en la luna.
No sé cómo llegué, ni por qué no puedo ver mi propio cuerpo; solo sé que siento paz.
Quizá porque este siempre fue mi refugio mental, donde me siento seguro, donde me siento yo. Es ese lugar recóndito del subconsciente al cual nadie tiene acceso, salvo nosotros, a donde nos trasladamos cuando sentimos miedo, incluso, de nosotros mismos. Es ese lugar al que vamos cuando el dolor nos abruma, o cuando la felicidad es tanta que necesitamos percibirnos en soledad para asegurarnos de atesorar cada momento, de acumular reservas de fuerzas para los malos tiempos, para llorar, para ser débiles en nuestra fortaleza; para escaparnos del mundo y embriagarnos de nuestra propia esencia.
Una paradoja siempre me albergó. ¿Somos individuos solitarios o seres sociales? Solos venimos y solos nos vamos, sí. Pero son nuestros vínculos los que moldean y le dan sentido a nuestras vidas: el compartir el aprendizaje a través del camino transitado.
Esto llegué a entenderlo con claridad solo después de jalar ese gatillo en mi sien y de ver cómo esas partículas de pólvora se convertían en decenas, en cientos, en miles, en millones; en miles de millones de estrellas.
Caí en este lugar que siempre fue mi refugio, pero que a la vez fue mi trampa mortal. No supe cómo salir, y por eso vine.
Lamento no haberme despedido. Espero sepan entenderme alguna vez. No pertenecía a ese mundo. No pertenecía a ese cuerpo que habitaba. No pertenecía a esa vida, porque ya estaba muerto en ella: vivo pero inerte. Ese no era yo, o más bien, no era el yo que quería ser.
Quiero expandirme y no sé cómo hacerlo. Solo veo las estrellas, y la pólvora. No quiero sentirme preso de esa bala. Quiero flotar por el espacio sideral. Quiero ser libre.
Soy libre ahora. Soy intangible. Soy etéreo.

Ya no soy materia, ahora soy mera energía, una parte más del universo.
No sé si todos vienen aquí o si cada uno va donde decide ir. Lo que sí sé es que, inexorablemente, todos nos conducimos a donde pertenecemos.
Me dejo caer.
Veo los planetas, los asteroides, los satélites, las estrellas de cerca. Siento que floto en la nada, que floto en el todo, y me siento en paz. Sonrío agradeciendo.
Ya estuve aquí, todo está bien. Me siento a salvo.
¿Cuánto hace que morí? ¿Cómo saberlo? Tal vez hayan pasado veinte minutos, o tal vez tres mil años. Aquí no existe el tiempo. Aquí todo es armónico, y sanador, pero a la vez distante.
Veo una luz, ¿qué será?
No puedo evitar ir, me atrae con un inesperado magnetismo. Una fuerza intrínseca me conduce, cada vez más rápido y más profundo. Entro en lo que creo que es un espiral espacio temporal. Todo es distinto, todo es conocido. Todo es veloz, todo es eterno.
No sé cómo, pero ya estuve aquí.
...
Silencio.
Silencio y luz gobernando mis sentidos.

Alguien me sonríe del otro lado, pero no dejo de llorar.
-Bienvenida al mundo.