domingo, 16 de diciembre de 2018

Al acecho

Reciente modificación de mi cuento llamado "Víctima de su propia locura" escrito en 2007.





AGENTE RODERICK BROWNSTONE & ASOCIADOS
Agencia Privada de Investigaciones
Más de 20 años a su servicio

Se encontraba el agente Roderick Brownstone sentado en un sillón de terciopelo de su oficina, ubicada al lado de su casa, donde residía desde hacía ya muchos años. Varios diplomas de distinción por su intachable carrera invadían las paredes. Él había venido al mundo con una misión y lo sabía. Se enorgullecía de ello. Unas cuantas canas habían invadido su cabello, y algunas arrugas incipientes amenazaban con añejar la tersa piel de su rostro. Estaba envejeciendo. Cansado, se acomodó en su sillón y tomó algunos ejemplares de los periódicos de las últimas semanas y leyó sus titulares. Todos hablaban de lo mismo: "el loco del cuchillo atemoriza a toda la ciudad".

Era una oscura y nublada noche en el frío Londres, donde reinaba la niebla y el suspenso creado por los numerosos dichos de la gente: "¡cuántas víctimas siguen apareciendo y cuántas otras hubo ya por causa del asesino suelto!", "¡este criminal sigue impune!", murmullaban unos con otros. Era tan profundo el silencio que abrazaba como niebla las calles desde el misterioso sanguinario irrumpió, que tan sólo se escuchaba el ’tic tac’ del péndulo del reloj.

Brownstone se sentía abrumado. No toleraba pensar que había un criminal suelto por esas calles, ese victimario frío y cruel que se paseaba por los oscuros pasillos de las veredas y atacaba sin rodeos, despiadadamente y sin un motivo aparente… Parecía elegir sus víctimas al azar, sin distinguir sexo, clase social, edad ni etnia. ¿Por qué lo hacía, entonces? ¿Qué buscaba? Ni un identikit tenían siquiera para conocer el rostro de quien buscaban.

-Maldita sea- masculló Brownstone para sus adentros. Encendió un cigarro y se recostó sobre su sillón mirando el cielo raso, absorto en sus pensamientos, mirando la nada, pensando en el todo. Si tan sólo pudiera recordar algo, llegar a una pista o poder reunir las pruebas suficientes para inculpar a alguien, pero ¿a quién? En sus veinte años de servicio como detective jamás había fallado, y éste era el primer caso que le llevaba más de seis meses; y la primera vez que se sentía perseguido, acechado, sugestionado, paranoico. 

El asesino en serie operaba avanzada la noche, a altas horas de la madrugada; y las veces que pasó sus noches en vigilia a la espera de alguna novedad, ningún acontecimiento acaecía. El escurridizo maleante conocía el momento justo para atacar y despistar a sus seguidores sin dejar huellas en el lugar del crimen. "El loco del cuchillo" jamás dejaba rastros de sus andanzas.

Había llegado a considerar la idea de que si este asesino no sería enviado por alguien para hacerlo fallar a él como detective, para finalmente robarle su prestigio, su status. Últimamente se había sentido espiado, cada vez que entraba a su casa miraba a ambos lados de la acera para asegurarse que nadie haya ido tras de sí. Temía por su futuro profesional y su imagen pública pero, por sobre todo, temía por su vida. 

De pronto, una loca idea cruzó por su mente: ¿Sería el agente Clirk, tal vez? Uno de sus socios, el más brillante de ellos. Era diez años más joven que él, hábil y astuto. No sabía si confiar en él. Había sido su aprendiz y un excelente alumno. Pero empezaba a temer que él buscase superar al maestro robándole sus técnicas, haciéndose de sus honores, de su labor incansable, de sus mejores años. Insultó para sí mismo preguntándose cómo podía ser tan idiota, y pensó que -quizá- lo mejor sería despedir a Clirk. 

Una rabia poderosa lo carcomió por dentro consumiendo su juicio en llamas, y en un arranque de furia, estrelló su taza contra la pared.

-¡¿CÓMO PUDE SER TAN CRÉDULO?!

De inmediato, sintió el arrepentimiento, como siempre. Los años habían brindado calma a sus tormentas y sabiduría a sus desaciertos, pero había veces en que el estrés lo sobrepasaba, y ésta era una de esas veces. Estaba salido de sí, angustiado. Se levantó a recoger los trozos de su taza preferida hecha trizas, y entonces vio el brillo reluciendo en un estante de su biblioteca: un paquete de cajas de habanos importados y una formal tarjeta color bordó acompañando el ya abierto paquete, escrita en una perfecta caligrafía en cursiva:

Para mi mentor, en su nueva vuelta al sol. –Vincent Clirk.

Se sintió miserable e indigno de tanto aprecio y admiración. Se dijo que no podía dudar de su colega a quien consideraba un amigo y quien había estado aún en sus más austeras circunstancias.

Luego de reflexionar un buen rato, consideró que sería una sabia opción recobrar su merecido descanso que le hacía falta por sus ya constantes noches de insomnio. Dejó su pipa en el escritorio, junto a la humeante taza de té que cotidianamente se hacía antes de acostarse. Luego de beber la infusión, guardó su navaja de seguridad en el bolsillo de su capa, se puso sus guantes para calmar el frío de la noche, y se recostó en su cama.

2:24 am, nuevo allanamiento por un crimen, calle 72 número 726; informando al agente Brownstone- describían las líneas del telegrama proveniente de su colega laboral, el agente Clirk.

Brownstone se despertó sobresaltado, había tenido pesadillas otra vez. Leyó el telegrama del agente Clirk y se dio cuenta de que el último crimen registrado del loco del cuchillo había sido en las inmediaciones de su casa.

-A pesar de mis miedos, debo atraparlo-se aseguró-. Hoy mismo iré donde sea que tenga que ir; hasta las últimas consecuencias. Hoy es el último día de libertad de ese lunático.

Se encontraba, nuevamente, sentado en el sillón de su oficina. Eran las 3 am y lo acompañaban varios litros de café que lo ayudarían a mantenerse despierto y con la suficiente vitalidad para actuar. Empezó a sentir pasos y, sin dar lugar a conjeturas, se envalentonó y salió a investigar, decidido a atrapar al criminal y poner fin a ese arrebatador de vidas inocentes, quien se había convertido en un verdadero obstáculo en su vida profesional, en su mayor impedimento; en su mayor obsesión.

Asustado, salió de su casa irrumpiendo en la ya adentrada noche. Se le aceleró el pulso. Necesitaba ser cauteloso, más inteligente que su presa, no dejarse dominar por sus emociones, pero le era harto difícil sintiéndose en desventaja. En efecto, alguien lo perseguía. Los pasos se hacían cada vez más notoriamente auditivos, atrayendo consigo sombras. El corazón le latía más y más fuerte, se le iba a salir del pecho. Sentía cómo unas frías gotas de sudor recorrían su cuerpo invadiéndolo de escalofríos en formas de espasmos, los cuales sentía como miles de espinas clavándose en su piel. Más sombras, más ruidos... Se puso a correr como loco, huyendo del asesino. 

No sabía hacia dónde dirigirse, había perdido su sentido de orientación. Su vista se nublaba al ritmo de las palpitaciones. Sentía mucho miedo, cada vez más. Juraría que escuchó una risa lejana con un leve eco, se dio vuelta, sobresaltado, esperando ver a alguien y nadie estaba allí. ¡¿Cómo puede ser?!

Era todo silencio, silencio y pasos, su acelerado trote iba en aumento. Giraba en círculos, buscando algún lugar donde esconderse. Pero no había nada, o él veía la mismísima nada. Miedo, sugestión, paranoia... Estaba temblando de un modo casi convulsivo. Se agarraba la cabeza con locura, pensando que aquel loco finalmente lo tenía entre sus manos. Siguió corriendo desesperadamente por los oscuros pasillos, corriendo más fuerte aún. Seguía sudando, su respiración había pasado a ser de breves y repetidos jadeos. Su corazón subía de ritmo, ya latiendo frenéticamente. Sus ojos brillaban de un modo fervoroso, casi maniático, fuera de control; fuera de sí mismo.

Fue entonces cuando vio la sombra de alguien pasar. Casi sin pensarlo, se abalanzó contra él, sacó su navaja y, haciendo caso omiso de las súplicas y los gritos, lo mató a salvajes acuchilladas.

Un, dos, tres; un, dos, tres; sentía el cuchillo perforar cada tendón, cada músculo, romper cada hueso. Sus ojos se salían de órbita ante cada embestida, miró sus manos teñidas de sangre y el cuerpo del hombre estremeciéndose de modo inerte debajo suyo. Se sintió lleno de poder y de júbilo, repitiéndolo más y más. 

De pronto, una luz intensa lo encegueció.

-¡Alto ahí, usted está detenido!- resonó fuertemente una voz. Brownstone se dio vuelta y se encontró con el agente Clirk, que luego de haberlo perseguido, llegó en el indicado momento para atraparlo- Tiene derecho a guardar silencio.

Brownstone giró la cabeza y se encontró con su obra: había asesinado a un inocente vagabundo. No entendió bien, pero una parte de su mente había vuelto a la consciencia.

Un grupo de personas lo rodeó. Le ataron las muñecas y quedó de rodillas, taciturno, mirando la nada. Sintió el agudo dolor de las agujas sobrepasando las capas de su piel. El temblor cesó y no sintió más nada.

Decenas de personas con micrófonos y libretas haciendo preguntas a montones. “¿Cómo es que el asesino siempre fue el intachable investigador?”, “¿hace mucho sospechaba de él?”, “¿es consciente de sus atrocidades o está enfermo?”.

-El que creímos era nuestro más prestigioso y brillante detective, resultó ser "el loco del cuchillo". Padece una severa enfermedad maníaco depresiva con un grave deterioro cognoscitivo en aumento. Con su trastorno, no podía recordar las claves elementales de los hechos que cometía estando fuera de sí- contó Clirk a las autoridades el día siguiente del hecho-. Por eso sufría de alucinaciones auditivas y manía de paranoia, él mismo me confesó que se sentía perseguido y observado. Estoy realmente muy dolido, era mi modelo a seguir y quien creí un amigo-suspiró-. Ahora está lejos de poder volver a cometer daños a la sociedad, ya no es una amenaza. Está encerrado, víctima de su propia locura...

-Gracias, Agente Clirk… 

Cerró la puerta tras de sí, se recostó en un sillón subiendo las piernas a la mesa, encendió un habano y levantó el teléfono.

-Fueron costosos tus servicios, y la paga adelantada… pero valió cada centavo. Sí, la droga funcionó de maravilla en los habanos. Temí que no causara más que adicción pero como verás, todo salió tal cual lo planeado. Seguiremos en contacto, te has ganado un cliente. Un placer hacer negocios contigo…

Se puso su abrigo, tomó sus cosas y salió. Pero antes, colgó un nuevo cartel en la puerta:


AGENTE VINCENT CLIRK & ASOCIADOS
Agencia Privada de Investigaciones
Más de 20 años a su servicio