viernes, 30 de marzo de 2018

Fuego

Cada vez que te miro,
mi corazón se derrite.
Porque eres como el fuego
que quema mi cuerpo
y mi vida exime.

Me deja hecha cenizas por el camino, tan triste,
tan sola, alienada;
sin razón que me motive,

sin amor que me conquiste.

*2006


lunes, 12 de marzo de 2018

Caminos



A veces la vida te sorprende con drásticos cambios que no esperabas, que jamás hubieses imaginado antes. En el momento en que pensabas que ya nada nuevo podría llegar, y que todo iba a ser una repetición constante de hechos, justamente, de manera repentina; aparece el cambio. Y, si lo ves finamente a la distancia (porque solo desde la distancia se tiene sentido de la perspectiva) te das cuenta de que, de forma paulatina y silenciosa, todo iba de a poco acomodándose para que hoy estuvieses donde estás. 

Me pregunto por qué me costó tanto escribir sobre mi viaje a Italia, cuando pude escribir una entrada minuciosa y detallada de cada lugar que visité de España en el mismo viaje. Y la respuesta es simple: es más difícil de lo que creía. Conocer Italia me hizo conectarme con una parte de mí que no conocía y que, a la vez, conocía demasiado internamente: lo más profundo de mi esencia. Me tocó una fibra sentimental muy fuerte que me descolocó por dentro y me modificó todos, absolutamente todos mis paradigmas y mis planes a futuro. 

Cada quien vivencia sus viajes a su manera, supongo que no hay dos viajes iguales como no lo hay dos personas. Cada momento, cada lugar, cada persona es distinta incluso tratándose de la misma, en el mismo lugar. Son las experiencias las que nos forman, amoldan y enriquecen por dentro. Por eso no sé si será muy común lo que me sucedió en Italia pero, debo decirlo: el corazón me dictó que me quede ahí; me dijo que era mi lugar. 


Estuve un día en Milán, tres días en Venecia y el resto en Roma y Giuliano di Roma (el pueblito natal de mi nonno); de los cuales un día empleamos en recorrer Florencia. Y cada lugar, cada rinconcito de cuanto conocía era como un arcoiris ante mis ojos, sentía como si Italia verdaderamente me estuviese recibiendo con los brazos abiertos y diciéndome "benvenuta a casa". Es que es imposible no maravillarse ante la romántica e histórica Venecia con su paisaje que es una eterna postal, así como no quedarse boquiabierto con el Duomo di Milano, imponente y único, tan egocéntrico que no permite que le quites los ojos de encima. Y qué decir de la mágica Firenze, artística a cada paso, con esas obras originales que toda la vida viste en enciclopedias cuando leías sobre del arte renacentista. Pero en el momento en que pisé Roma supe que estaba en casa, y sobre todo cuando llegué a Giuliano di Roma, la emoción me colmó cada célula del cuerpo. 

Y es que no es solamente la locación, porque Roma es magnífica por toda su relevancia histórica y artística, los caminos de piedra, las iglesias, las fuentes... Y Giuliano es un pequeño pero muy pintoresco pueblito medieval en las afueras de Roma con montañas, mucho verde, farolitos y pocos habitantes que se conocen todos entre sí. Pero como todo, los lugares son especiales para nosotros de acuerdo a quienes nos remitan... Y ese lugar era la historia de mi nonno, donde él había nacido y crecido, donde él se formó, donde él soñó, amó, río, se enojó, lloró y todas las emociones que habrá sentido alguna vez que hicieron que se convierta en el hombre sabio que conocí y por quien tanto amor y admiración forjé. 

Llegar al lugar donde él amó la vida, donde soñó con alguna vez formar una familia, donde desarrolló su amor por la jardinería, donde se sentó bajo un árbol a leer un libro y jugó con sus hermanos y amigos; hizo que una parte de mí que creí morir cuando él lo hizo, volviera a la vida. 

Y así fue como conocí a mi familia de allá: mis tíos y primos, hijos y nietos -respectivamente- de las hermanas de mi abuelo. Y por increíble que parezca, aunque simplemente nos hayamos visto unos pocos días por primera vez en nuestras vidas, formamos una conexión tan profunda, tan directa, tan genuina; como si nos conociésemos de toda la vida. Y es que la sangre pesa, dicen...

Llegué a Italia sabiendo decir "ciao", "grazie", "buongiorno" y "buona notte". Volví parlando itañol (jaja, la misma semana que retorné a Argentina me puse a estudiar formalmente), y prácticamente no hubo problemas de entendimiento con mi familia. Nos reíamos juntos como si siempre lo hubiésemos hecho. Lloramos abrazados como si nos despidiésemos de toda una vida juntos...

Y es que hay veces que la vida te da sorpresas. Que nuestras rutas nos desvían (o conducen) a donde deberíamos estar. Que aunque ciertas cosas parecen inaccesibles e imposibles, en realidad nada lo es. Y que cuando los lazos se forman desde el alma, no hay distancia que los rompa... ni la muerte. 





jueves, 8 de marzo de 2018

Día de la mujer

En el día de la mujer, mi homenaje es a ella, a Eliana Krawczyk, la verdadera feminista de la que algunas se olvidan, por llevar un uniforme. Mujer, luchadora incansable, proteccionista de animales y patriota como pocos. Persiguió sus sueños pese a las adversidades y lo hizo hasta último momento. Fue la única mujer a bordo de un submarino, la primera mujer de Argentina y Sudamérica. 

Su vida no fue fácil, perdió a su mamá de joven y también a un hermano, pero nunca dejó de salir adelante con una sonrisa. Vivió intensamente y de manera valiente, viajó sola a Europa, no vaciló en entrar a paso firme a un mundo de hombres y triunfó. Defendió el Mar Argentino hasta su muerte. Y tanto fue el amor que dio, que hasta sus perritos la despidieron cuando partió. 

Hoy descansa en el mar, su más grande pasión, como centinela eterna de la Patria. Y es ejemplo para todas las mujeres, argentinas y no argentinas, de lo que puede llegar a ser capaz una mujer cuando se lo propone.