viernes, 17 de julio de 2015

Solía creer en el destino...


Me es imposible no sentir tristeza y amargura frente a las repeticiones constantes de una situación que me aniquila en vida. Es imposible no sentir que todo lo que hago es en vano, que todo lo que siento es en vano, porque no importa qué tan buena sea o qué tan bien actúe; inexorablemente siempre, de alguna forma, acaban lastimándome. Termino siempre con el alma y las esperanzas rotas. Cada día me cuesta más creer que la vida tiene algo bueno preparado para mí. Irremediablemente siempre termina todo yéndose por la tangente. 

Y siempre oigo las mismas palabras: "sos la mejor persona que conocí y no quiero lastimarte", "por eso tus amigos te quieren tanto", "sos especial", "merecés alguien que te ame y valore de verdad, no como yo, yo no te merezco". Estoy cansada de no ser suficiente o de ser demasiado. Estoy cansada de los consuelos banales. De que me idealicen. Soy terrenal, no soy una deidad. No soy más ni menos que nadie. Estoy harta de que me digan que me quieren y me dejen ir, de que no luchen por mí, de no ser prioridad para nadie. 

Quisiera no tener sentimientos, ser fría, sin escrúpulos. Y una parte de mí tiene miedo, a dejar de creer completamente. Temo convertirme en eso que tanto anhelo y a su vez odio. Porque toda esta tristeza me genera un odio nauseabundo hacia todo. Temo que se apague el brillo de mis ojos. Temo que se vaya la sonrisa de mi rostro. Temo perder la chispa que me caracteriza, y enajenarme de mi esencia porque dejaría de ser yo y, tal vez, como consecuencia deje ir a la persona que realmente es para mí. O peor, tal vez esa persona nunca aparezca, porque quizá no existe en este mundo alguien que pueda quererme incondicionalmente. Tal vez nunca encuentre a ese ser especial.

No sé quién querría a una persona como yo. Con demasiados principios éticos y valores. Una persona con pensamiento crítico de la sociedad. Una persona con un grado de empatía tal que sufre por cosas que a ojos de otros son indiferentes. Altruista, que es feliz viendo al otro feliz. Eso habitualmente no gusta, porque al mundo lo gobiernan los necios, y a las personas les gusta que las traten mal. Si las tratás con amor te dejan ir porque "valés mucho y no te merecen", ergo, prefieren elegir algo que les haga mal. Tal vez por no tener que sentirse en la obligación de mejorar. O tal vez para sentir menos culpa al momento de herir. 

Yo soy un bicho raro, con gustos raros. Soy sincera al extremo. Indecisa. Por momentos más racional, por otros más emocional. Muy estructurada para algunas cosas y muy liberal para otras. Alguien con delirios de Robin Hood, que no tolera las injusticias.  Alguien que ama la naturaleza y sueña con vivir en un predio grande con césped y con muchos animales rescatados. Alguien que ama escribir y locuaz en exceso, y que canta por la calle. Un poco chiflada, sin miedo al ridículo. Demasiado torpe y despistada. Impuntual. Y tomo cerveza a la par de un hombre. También soy hiriente, si me lo propongo, pero sólo si me lastiman.  

Soy alguien que le gusta agasajar al otro cocinándole o haciéndole regalos. Alguien que ama dar besos y abrazos. Alguien capaz de cualquier cosa por su familia y por sus amigos y que adhiere a causas. Alguien que daría cualquier cosa por salvar a todo animal que se cruza. Alguien estúpida. Alguien que ama demasiado. 

Soy alguien que quiere cambiar el mundo, ¿entienden? Una soñadora. Pero no, definitivamente nadie querría estar con alguien así, solo un loco; nadie quiere a un soñador. Demanda demasiado, no es redituable, porque a la larga se pierde más que lo material. ¿Ven que ser buena persona y tener buenos valores no sirve? Únicamente te genera sufrimiento. El mundo no es de los soñadores, el mundo es de los despiadados, ya lo dije antes; y a la gente le gusta sufrir. Sí, prefieren elegir a esas personas que las tratan mal, que las hacen sentir lo peor, que intentan manipularles o les revientan la tarjeta de crédito. ¡Sí! Ese tipo de personas es el más elegido, o el más idóneo para la gran mayoría. Supongo que porque no demanda una culpa, como también dije antes. Y una persona así es más fácil de reemplazar, también. Capitalismo emocional. Porque vivimos en el siglo XXI, la era de la (no)comunicación y la inmediatez, asimismo, del descarte. Todo es descartable, hasta el amor. Y cuantas más características desechables tengan una persona, mejor, tanto más prescindible y coleccionable.

Me dijeron que soy muy creativa. Tengo entendido que un adulto creativo es un niño interior que sobrevivió. Sí, soy infantil. Y debería aprender a fiarme más de mis instintos y a no confiar tanto. No querer tanto. No creer tanto. Quisiera no amar. Quisiera no llorar. Quisiera que los sentimientos fueran algo palpable, para poder arrancármelos de cuajo de adentro y matarlos. Pero no lo son, y tengo que aprender a vivir con esta amargura tan profunda que hoy siento. 
Adiós, ilusiones. Adiós, amor.