lunes, 14 de abril de 2014

Víctima de su propia locura


  Se encontraba el señor Brownstone sentado en su sillón de terciopelo de la oficina donde trabajaba, ubicada el living de su casa, donde residía desde hacía ya muchos años. Muchos diplomas de distinción por su intachable carrera invadían las paredes. Él había venido al mundo con una misión y lo sabía. Se enorgullecía de ello. Unas cuantas canas habían invadido su cabello, y algunas arrugas estaban añejando la piel de su rostro. Estaba envejeciendo. Cansado, se acomodó en su sillón y tomó algunos ejemplares de los periódicos de las últimas semanas y leyó sus titulares. Todos hablaban de lo mismo: "el loco del cuchillo atemoriza a toda la ciudad".

Era una oscura y nublada noche en el frío Londres, donde reinaba la niebla y el suspenso creado por los numerosos dichos de la gente: "¡cuántas víctimas siguen apareciendo y cuántas otras hubo ya por causa del asesino suelto!", "¡este criminal sigue impune!", murmullaban unos con otros. Estaba tan desolado el lugar que tan sólo se escuchaba el 'tic tac' del péndulo del reloj.
 Brownstone se sentía abrumado. No toleraba pensar que había un criminal suelto por esas calles, ese victimario frío y cruel que se paseaba por los oscuros pasillos de las veredas y atacaba sin rodeos, despiadadamente... Pero ni un identikit tenían siquiera para conocer el rostro de quien buscaban. Si tan sólo pudiera recordar algo, llegar a una pista o poder reunir las pruebas suficientes para inculpar a alguien, pero ¿a quién?. En sus veinte años de servicio como detective jamás había fallado, y éste era el primer caso que le llevaba más de seis meses; y la primera vez que se sentía perseguido, sugestionado, hasta paranoico.

Si tan sólo pudiera recordar... Dado que el asesino en serie operaba de noche, a altas horas de la madrugada; y las veces que pasó noches en vigilia a la espera de alguna novedad, ningún acontecimiento acaecía. El escurridizo maleante conocía el momento justo para atacar y despistar a sus seguidores sin dejar huellas en el lugar del crimen. "El loco del cuchillo" jamás dejaba rastros. Había llegado a considerar la idea de que si este asesino no sería enviado por alguien para hacerlo fallar a él como detective, para finalmente robarle su prestigio, su status. ¿El agente Clirk, tal vez? Últimamente se había sentido espiado y temía por su futuro profesional y su imagen pública.
 Luego de reflexionar un buen rato, consideró que sería una grata opción recobrar su merecido descanso que le hacía falta por sus ya constantes noches de insomnio. Dejó su pipa en el escritorio, junto a la humeante taza de té que cotidianamente se hacía antes de acostarse. Luego de beber la infusión, guardó su navaja de seguridad en el bolsillo de su capa, se puso sus guantes para calmar el frío de la noche, y se recostó en su cama.

"2:24 am, nuevo allanamiento por un crimen, calle 72 número 726; informando al agente Brownstone"- describían las líneas del telegrama proveniente de su colega laboral, el agente Clirk.

 Brownstone se despertó sobresaltado, había tenido pesadillas otra vez. Leyó el telegrama del agente Clirk y se dio cuenta de que el último crimen registrado del loco del cuchillo había sido en las inmediaciones de su casa.
 -A pesar de mis miedos, debo atraparlo-se aseguró-. Hoy mismo iré donde sea que tenga que ir; hasta las últimas consecuencias. Hoy es el último día de libertad de ese lunático.
 Se encontraba de nuevo sentado en el sillón de su oficina. Eran las 3 am y lo acompañaban varios litros de café que lo ayudarían a mantenerse despierto y con la suficiente vitalidad para actuar. Empezó a sentir pasos y, sin dar lugar a conjeturas, se envalentonó y salió a investigar, decidido a atrapar al criminal y poner fin a ese arrebatador de vidas inocentes, quien se había convertido en un verdadero obstáculo en su vida profesional. A medida que el tiempo pasaba, oía más pasos.
 Asustado, salió de su casa irrumpiendo en la noche. Se le aceleró el pulso. Necesitaba ser cauteloso, más inteligente que su presa, no dejarse dominar por sus emociones, pero le era harto difícil sintiéndose en desventaja. Alguien lo perseguía. Los pasos se hacían cada vez más notoriamente auditivos, atrayendo consigo sombras. El corazón le latía cada vez más fuertemente, sentía cómo unas frías gotas de sudor recorrían su cuerpo invadiéndolo de escalofríos, los cuales sentía como miles de espinas clavándose en su piel. Más sombras, más ruidos... Se puso a correr como loco, huyendo del asesino. No sabía hacia dónde dirigirse, había perdido su sentido de orientación. Su vista se nublaba al ritmo de las palpitaciones. Sentía mucho miedo, cada vez más.
 En esa silenciosa noche, fuertemente resonaba su acelerado trote. Giraba en círculos, buscando algún lugar donde esconderse. Pero no había nada, o él veía la mismísima nada. Miedo, sugestión, paranoia... Estaba temblando de un modo casi convulsivo. Siguió corriendo desesperadamente por los oscuros pasillos. Su corazón subía de ritmo, ya latiendo frenéticamente. Sus ojos brillaban de un modo fervoroso, casi maniático. Fue entonces cuando vio a alguien, un hombre callejero tirado, dormido en una vereda. Y casi sin pensarlo, se abalanzó contra él, sacó su navaja y, haciendo caso omiso de las súplicas y los gritos de dolor del humilde vagabundo, lo mató a salvajes acuchilladas.

De pronto, una luz intensa lo encegueció.

 -¡Alto ahí, usted está detenido!- resonó fuertemente una voz. Brownstone se dio vuelta y se encontró con el agente Clirk, que luego de haberlo perseguido, llegó en el indicado momento para atraparlo. Un grupo de personas lo rodeó. Le ataron las muñecas y quedó de rodillas. Sintió el agudo dolor de las agujas sobrepasando las capas de su piel. El temblor cesó y no sintió más nada.

-El que creímos era nuestro más prestigioso y brillante detective, resultó ser "el loco del cuchillo". Padece esquizofrenia paranoide. Con su trastorno, no podía recordar las claves elementales de los hechos que cometía estando fuera de sí- contó Clirk a las autoridades el día siguiente del hecho-. Ahora está lejos de poder volver a cometer daños a la sociedad, ya no es una amenaza. Está encerrado, víctima de su propia locura...

*2005

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